sábado, 30 de abril de 2016

El Simca 1000


El primer coche que tuvo mi padre fue un Simca 1000 granate, fabricado en los años 60, y que él tuvo a bien comprar el mismo año en que nací yo, curiosamente la única hija a la que vió nacer, en una época en la que eso no era habitual, y ni siquiera bien visto.

Algunas veces me pregunto si puedo decir algo más de mi padre que pueda ser significativo y resulte menos doloroso en días como hoy, 1 de mayo, en los que hubiera cumplido un año más, y seguro que habría estado todo el día esperando nuestras llamadas o algún regalo al que ponerle pegas, siempre con la ilusión del niño en el que se convirtió con los años.

Podría decir que el libro preferido de mi padre era El Quijote, casi me lo sé de memoria porque me acompañó al igual que me acompañó él. Estoy convencida de que habría sido un ingeniero espectacular si las cosas no se le hubieran puesto tan difíciles, todavía tengo por la casa cuadernos con ejercicios de física o electrónica porque siempre fue un autodidacta.

Tampoco se me olvida que he crecido rodeada de fotografías y cámaras, un oficio, el de fotógrafo, que llevó con la dignidad del que pretende lograr la excelencia desde la tribuna más humilde. Aún hoy en día no puedo ver a un fotógrafo sin acordarme de las veces en las que le ayudaba a revelar en el cuarto oscuro, o lo mal profesor que era dentro de esa persona llena de sensibilidad que siempre le hizo daño. Tal vez no le importe a nadie, pero siempre quiso demasiado a su familia, aunque nunca le enseñaran a hacerlo.

Algunos recuerdos suelen quedarse tan dentro, que cualquier sonido o color te lo sacan con violencia. Sobre todo, recuerdo a mi padre cuando trabajaba en casa, retocando negativos o fotografías en blanco y negro mientras escuchaba a Luís del Olmo. La radio siempre me lo trae, aunque sólo sea un momento, para que no olvide quién fue y qué soy yo misma.

Son escenas cotidianas que vuelven una y otra vez sin buscarlas y que forman un albúm de recuerdos peculiar que sólo puede entender el que lo posee, y que, a mí particularmente,  me parece que hay que desempolvar a menudo, sobre todo, para no sentir que el olvido anida de la misma manera que la herrumbre en aquel viejo Simca 1000, al que dejamos ya tan atrás sin decir adiós.

Yo nunca olvidé el Simca 1000, ni lo que significa para una persona las pequeñas cosas que la rodean mientras va tomando forma, esos momentos que no es conveniente tirar porque alguien puso demasiado amor en ellos.

Hoy hubiera cumplido un año más, y a mí me gustaría verte conducir ese Simca desde el asiento del copiloto. Tal vez algún día se cumplan los deseos que se formulan desde la nostalgia.

Tú lo sabes, pero es bueno decirlo: "Te he querido tanto, que no puedo convertirte en pasado".



photo credit: SimcApocalypse via photopin (license)

2 comentarios:

Antonio dijo...

Emocionante Lola, jope

Lunática Lola dijo...

Muchas gracias, señor Secretario¡¡ hay que sacar la sensibilidad de vez en cuando, que vivimos en un mundo muy feo a veces, :))