lunes, 12 de diciembre de 2016

Que la risa te acompañe


Creo que no hay actitud humana que me desagrade más que la pedantería, aunque supongo que es difícil no haber caído alguna vez en este pecadillo al que somos tan aficionados, el de alardear de nuestros conocimientos, con o sin causa para ello. Por desgracia, la mayoría de las veces, se utiliza la pedantería para empequeñecer los logros ajenos, como si nos hicieran tanto daño que la única manera de librarnos de ese dolor, es destruir la causa del mismo (Ya hablé de este peculiar pecadillo en: Siete pecados capitales: La envidia).

Pero hoy quería reivindicar la risa, la carcajada que nos sale de dentro hasta hacer que nos duela el estómago. Siempre he pensado que la vida no tiene sentido sin dos cosas: el Amor y el Humor. En una u otra proporción siempre las he tenido en mi vida, y procuro que me acompañen a todos los rincones de mi humilde existencia.

Si algún día desaparezco hasta el punto en el que nadie me recuerde, espero que todavía resuene el sonido de las carcajadas sonoras que me ha provocado alguno de los libros de Eduardo Mendoza.

Hoy es el protagonista de este post, Eduardo Mendoza, flamante premio Cervantes 2016, un autor cuyos libros no me canso de leer, hasta esos que algunos, de los que nadie recordará sus nombres, han calificado de "humoradas". Lo único sensato que se puede decir de aquéllos que califican así a sus libros, es que ya les gustaría a ellos escribir como lo hace Eduardo Mendoza, independientemente del libro del que estemos hablando.

Y es que estamos instalados desde hace demasiado tiempo en una sociedad que sólo ve valor en las cosas que se hacen como si te hubieras tragado una escoba, cuanto más estirados y serios, mejor, y si es con lágrimas en los ojos de la pura pena, se convierte en un compendio de excelencia, aunque sea la birria mayor del reino.

No sé de qué remota parte de mi ser nace mi desesperada huida hacia la risa y todo lo que conlleva. Si acaso, juraría que es así por instinto de supervivencia, y es que en algunos momentos de mi vida, lo único que me ha salvado de mi misma y mis circunstancias, ha sido ese espasmódico movimiento que llamamos risa. Curiosamente, a mi padre le pasaba lo mismo, y ahora le entiendo perfectamente, ya que compartimos demasiadas células llenitas de genes comunes. 

Mi recomendación más ferviente para todos los que se han tragado una escoba y van por ahí con su seriedad a cuestas (con lo que pesa), es que se despeinen y salgan cuando más llueva, que corran y griten, que jueguen como niños hasta que se les quite la cara de acelga, que se dejen llevar por los vientos que van y vienen, que se vistan con alegres colores e iluminen las calles con la más amplia de sus sonrisas. Seguro que si buscan bien, encuentran motivos para desempolvar la risa, la carcajada y la madre que las parió, y, cuando lo consigan, se darán cuenta de que habían perdido el tiempo dando demasiada importancia a lo que no la tenía. 

Tal vez entonces entiendan que la vida no tenía ningún sentido sin cosas tan simples como la risa. La pregunta será: ¿Cómo pude vivir tanto tiempo sin darme cuenta?

jueves, 1 de diciembre de 2016

Mujeres como las de antes


Tal vez sea verdad, tal como afirma  A. Pérez Reverte, que ya no hay mujeres como las de antes.
Es posible que alguien piense que un intelectual como él, miembro de la RAE, pueda tener datos más cercanos y fiables que los que podamos aportar nosotras mismas, que, como interesadas, tal vez vemos el árbol que tenemos enfrente, y hasta el bosque que lo rodea.

A las personas que piensan de esta manera, les recomendaría un libro muy interesante titulado "La desfachatez intelectual", de Ignacio Sánchez-Cuenca. En él se trata precisamente del tema de la supuesta superioridad de las afirmaciones, que, cómo simple opinión, lanzan todos los días desde diversas plataformas, algunos de los intelectuales de este país.

Pero yo hoy, simplemente quería darle la razón a Pérez Reverte cuando afirma que ya no hay mujeres como las de antes, aunque claramente, mi razonamiento difiere bastante del mucho más reconocido de este intelectual al que, sinceramente, admiro y admiraré, a pesar de la discrepancia y del convencimiento de que ciertas opiniones hacen mucho daño a quien ya tuvo suficiente.

Es cierto, ya no hay mujeres como las de antes. Ahora hay mujeres que sí pueden ejercer su derecho al voto, y pueden abrir una cuenta bancaria o crear una empresa sin la tutela del padre o el marido.
Incluso pueden elegir separarse de sus maridos sin que éstos puedan denunciarlas y obligarlas a volver al hogar familiar.

Es cierto, ya no quedan mujeres que, como antes, sufrían estas situaciones de clara desigualdad ante la ley, que las convertía en personas sin plena personalidad jurídica para realizar cualquier cosa que hoy nos parece tan normal y cotidiana.

Sí, ya sé que Pérez Reverte no se refería a estas cuestiones, lo hacía en referencia a la forma de vestir, a la elegancia, las formas e, incluso, utilizaba algunas expresiones como "tordas" para referirse a alguna mujer poco digna de sus preferencias relativas a la feminidad. 
No había leído este artículo, y, cuando lo hice, no podía creer que no fueran comentarios de los que se encuentran en Forocoches. Y yo sé muy bien lo que es escuchar, o leer, cosas como que "las limpiezas son para las niñas" (sí, piensen ustedes mal en cuanto al tipo de limpiezas, pero todas valen). Y esto es sólo algo de lo más suave y discreto que puedo admitir haber leído y escuchado.

Pero no, ya no hay mujeres como las de antes. Las mujeres en la actualidad no sabemos lo que es que te prohiban votar u opinar sobre lo que quieras que sea tu futuro, aunque haya quién siga insistiendo en tutelarnos como si fuésemos todavía menores de edad. Pero ya les digo que no lo somos, hace tiempo que dejamos de necesitar tutorías que nos digan cómo debemos vestir, cómo debemos calzarnos y caminar, y cómo debemos pensar en cualquier momento de nuestras vidas.

Si sólo fuera esto...Si la mujer sólo estuviera formada por su parte visible, seguramente sería este Ente del que hablan tantos hombres con la absoluta soberbia de pretender seguir creándonos ellos a partir de una de sus costillas.

¡Desistan¡ Ya no necesitamos costillas ajenas que nos den vida.
Si quieren darnos algo, que sea la palabra y la iniciativa para vivir nuestra vida tal cómo nosotras decidamos. Sólo queremos ser las protagonistas de nuestra historia. 

Si nos acompañan, siempre serán bienvenidos, no hay mejor viaje que el que se hace en libertad, una al lado del otro.