lunes, 22 de diciembre de 2014

Allá donde estés


No pensaba hablar de la Navidad porque ya está dicho todo, o todo lo que es original, claro. Además, con los años, una se convierte en una muy particular Mrs. Scrooge que necesita la visita de los fantasmas de todas las navidades imaginables, y hasta un tirón de orejas que me haga recordar quién era cuando miraba con los ojos de una niña, y quienes me han convertido en lo que soy.

Lo que más recuerdo es ir cogida de la mano de mi padre, una imagen que siempre me hace pensar en que hay momentos en la vida en los que te sientes segura al lado de alguien, y lo importante que es esa mano porque nunca se olvida, pase el tiempo que pase, y te conviertas en quien te conviertas. Incluso cuando tu padre ya nunca te dará más la mano, a veces una se acuesta pensando: "Quiero soñar con que un pequeño milagro sea posible esta noche". Y que ese milagro te cure el alma, aunque sólo sea en sueños, y que, al despertar, te des cuenta de que tal vez no son tan raros los milagros, ni soñar, ni pretender que mi padre algún día vuelva a cogerme de la mano en Navidad.

Sólo hace falta creer, aunque sean tiempos de tinieblas y desesperanza, porque tal vez estamos en este mundo para algún propósito más allá de la mera existencia mientras esperamos desaparecer en la niebla. 

Quizás los milagros no están tan lejos y ocurren cada día.

Quizás...pero mientras: ¡¡¡Feliz Navidad¡¡¡

PD: Sí, la imagen es un poco friki, pero ¿no es entrañable y original? Si es que hasta los stormtroopers tienen sentimientos y niños a los que coger de la mano.


photo credit: Nukamari via photopin cc

domingo, 21 de diciembre de 2014

Maus o el Infierno




A veces lo único que me salva de la caída libre en un pozo sin fondo, es meterme en mi pequeño mundo lleno de palabras, escritas o leídas, y casi mejor éstas últimas. 
Siempre pienso que los pequeños o grandes demonios que todos llevamos dentro se esfuman cuando uno consigue descubrir qué es lo que le convierte en Ser Humano, y entonces, sin darte cuenta, desaparece todo aquéllo que te hacía encoger el corazón gracias a ese pequeño momento de magia que, dure lo que dure, ha ocurrido sin trucos ni engaños, y te hace sentirte como un niño que descubre el mundo por primera vez.

Hacía tiempo que estaba buscando el momento para leer la novela gráfica "Maus", de Art Spiegelman, que trata de manera dolorosamente realista sobre la trágica historia de sus padres, perseguidos por tener la mala suerte de ser judios durante la Segunda Guerra Mundial, en Polonia. 

Quizás todos ya conocemos cuáles fueron las experiencias vividas por millones de personas que estuvieron en la misma situación. Lo sabemos porque hemos visto películas, series, documentales, o hemos leído libros, revistas, etc. Pero seguramente no nos hacemos a la idea de lo que debe ser perder a toda tu familia y saber cuál ha sido su destino. Un destino que esperas todos los días que no te alcance a ti, y rezas como nunca has rezado para que la ruleta del destino no se pare en tu número porque, seguramente, has pensado que tienes todavía algunos planes de futuro en tu vida. Y serías capaz de las más inhumanas acciones para conseguir un minuto más de vida, algo que te quitará el sueño por el resto de tus días y te hará despertarte en mitad de la noche para huir de otra pesadilla más.

No, no podemos saberlo. Ni podemos saber cómo puede sobrevivir una persona a todo ese horror sin perder su más genuina esencia de ser humano, la que es clara y transparente como la mente de un niño. No podemos saber qué hace a una persona sobrevivir en la más absoluta oscuridad mientras pierde toda esperanza y hasta desea la muerte.

Y al final leí "Maus" de un tirón, no podía dejar de leerla, o de verla, mientras pensaba lo difícil que habría sido para su autor conseguir un premio Pulitzer gracias al dolor de varias generaciones de su misma familia. Tal vez alguien es capaz de sobrevivir a una vida de horrores para poder decirle al futuro que en ciertos caminos oscuros habitan demasiados fantasmas que nos harán tener pesadillas. Unos lo llaman memoria, otros lo llaman Historia, y, se llame como se llame, implica dar la dignidad robada a aquéllos que la perdieron para siempre en mitad de un camino.

Pensando en esto, mis fantasmas empequeñecen y llegan a desaparecer mientras esperan otra mejor oportunidad en la que me encuentren desprevenida. Y en estos momentos aprovecho para sacar de mi todo aquello que me convierte en ser humano, lo atesoro y lo conservo en la mejor urna para poder recordarlo cuando mi memoria sea más frágil.

Este año ni me atrevo a pensar en la Navidad, ni a escribir sobre ella, se escriben tantas cosas del mismo estilo ahora, que me resulta difícil encontrar algo que no sea lo mismo de siempre. Casi prefiero desear que la memoria nos deje y encontremos los motivos para seguir pensando en la superioridad de nuestra especie.

Pero siempre con esperanza, ¡¡qué daño hizo "Qué bello es vivir"¡¡ :))




photo credit: Xesc via photopin cc

viernes, 5 de diciembre de 2014

¡Y también, dos huevos duros¡


Ha sido pensar en la situación de La Scudería y la mente, ella solita, ha buscado en mis muchos recuerdos esta imagen...La mente, esa amiga traicionera que nunca abandona y siempre te dice la verdad, aunque no quieras ni intuirla.

Pues eso, mi mente traicionera me ha recordado que en el pasado estaba convencida de que Fernando Alonso se quedaría en Ferrari esperando un cambio de rumbo que se intuía con la llegada de Mattiacci, de nombre Marco, como aquél que se fue a buscar a su madre.

Y he preferido reírme de mi mente traidora y vengativa, de mi atormentada experiencia vital que me hace buscar una perfección que no existe, para acordarme de que hace poco decidí no tomarme nada en serio, ni esperar agradar a nadie, y menos a los que nunca se dejan agradar con nada.

Y puestos a perder la seriedad, a reírme de mí misma y hasta de mi sombra, creo que haré otro ejercicio de olvido y tiraré por la borda todo aquéllo que me quite el sueño y emborrone mis amaneceres, aunque no es precisamente la situación de Ferrari lo que me quita el sueño, lo que me hace despertar en mitad de la noche buscando agarrarme a cualquier cosa en mi caída al vacío.

No, eso no me quita el sueño ni la tranquilidad, pero me recuerda que estamos en un mundo tan loco, tan loco, que nos hace perder el rumbo muchas veces hasta que nos damos cuenta de que estamos todos dentro de un pequeño espacio del que no podemos salir sin pedir dos huevos duros.

Nos espera una nueva temporada de F1, y a Ferrari le espera un gran trabajo de reestructuración completa que, en mi opinión, no debe consistir en la apelación a un "Salvador de la Patria Rossa", ni en la resurrección de un pasado más laureado y sus viejas glorias. Si todavía no se han dado cuenta de cuál es el camino les esperan largos años de convivencia en la sombra de un camarote demasiado estrecho para la convivencia.

Pero ya dije que eso, ni nada, me quitará el sueño.