lunes, 10 de octubre de 2011

La búsqueda de las palabras perdidas


 Llevo un largo tiempo buscando las palabras perdidas, largo tiempo intentando que regresen y me devuelvan a la sensación de purificación y serenidad que produce el compartir los sentimientos con alguien, aunque sea en la más extrema lejanía.

Y ahora que había encontrado por fín aquéllo por lo cual la palabra se vuelve importante, vital, imperecedera, va Sebastian Vettel y gana un mundial, así, a traición, y sin dejarme tiempo a contar lo muy indignada que me siento por la situación de nuestro país, por su falta de esperanza y de ideales, por la sensación de que por muchas palabras que lances, siempre caerán en la más terrible de las soledades, en el pozo más hondo y oscuro.
Siento que todo aquéllo en lo que creía, con verdadera fe y pasión, eso por lo que muchos lucharon, languidece y muere mientras asumimos nuestro papel de piezas de ajedrez con las que algunos juegan. Estamos tan ciegos que nos peleamos por aquéllos que nos manipulan, y ni nos damos cuenta de que el jaque mate va dirigido a nosotros mismos.

Para ello necesitaba las palabras justas, las buscaba con verdadero interés porque no hay arma más poderosa que la palabra bien empleada y utilizada, si es que ello es posible y no nos invade la desesperanza. En realidad sólo tengo que acordarme de algunas conversaciones con mi padre para volver a pensar que otro mundo es posible, incluso puede ser que él lo haya encontrado.

Pero junto con la palabra se me ha colado una imagen que es importante, la de una persona que ha conseguido, a sus 24 años entrar en ese escalón al que sólo los más grandes pueden acceder, con mayor o menor mérito (en mi opinión con todo merecimiento y por la puerta grande). Un chico de 24 años que, en el fondo, es sólo una persona, un niño ya grande que, como en la imagen, es más que una marca o un coche a pesar de la utilización que pueda hacerse de su nombre, su mono, su casco o su supersónico y apabullante monoplaza. Un chico de carne y hueso. Y, nos guste o no, dos veces campeón de F1.

Aunque la vida sigue, y hay cosas que no nos gustan, que nos destrozan la vida, que nos condicionan para siempre, que nos hunden. Aunque se pierda la esperanza en ese mundo en el que se creía, siempre existe el recurso a buscar las palabras, y a intentar emitirlas para que a veces cambien algo, o para agradecer a alguien de 24 años por las horas en las que nos olvidamos de los problemas y nos concentramos en el puro y simple espectáculo de su conducción. Algo que puede parecer simple y a la vez totalmente trascendente.

¡¡Enhorabuena para Sebastian Vettel¡¡ Y no hacen falta más palabras.